lunes, 29 de noviembre de 2010

Número 4

Despúes de un breve receso, vuelve "Una revista literaria".

Este número incluye ensayo, poesía y cuento.

Pasen adelante, lean y dejen sus impresiones.

La revista está abierta a colaboraciones, la idea es compartir la literatura, en todas sus formas.

Saludos

El fragmento olvidado

Por Gustavo Sánchez

El olvido marca un límite al pensamiento, apunta a un error que el deber exige subsanar.  Y no sólo el deber, también el saber.  Contra esto nos previene Alexander Sequén-Mónchez ¿Es que acaso se trata de alimentarnos de la carroña?  De ninguna manera: lo que importa es separar, cuanto se pueda, las mentiras de las verdades; prevenir contra el olvido —la afección histórica a la que estamos propensos— y desenmascarar sus supuestas propiedades curativas.  Hay que hacerlo si queremos superar esa persistente cadena de infortunios que, evidencia en mano, han inaugurado el siglo que se supone debiese ser el de la tan ansiada modernidad. [1]
Prevenir contra el olvido... ¿es que existen vacunas que nos eviten el contagio?  Sí, las hay.  Pero hay que buscarlas.  Y leerlas.  Y penetrar en ellas.  Llama la atención que Alexander afirme que no hemos llegado a la modernidad cuando hay quienes, superando la posmodernidad, ya plantean que se deje atrás la posindustrialidad.  En un país donde las relaciones sociales de producción aún tienen vestigios feudales, es tragicómico.  Convengo con Alex en relación a nuestra realidad.
Hay quienes olvidan hasta el olvido.  Y no es un simple juego de palabras.  Han descubierto que el acto de olvidar tiene carácter de acontecimiento y, en tanto acontecimiento, es susceptible de anulación.  Además, hay sucesos que muchos prefieren dejar en el olvido, estableciendo un acuerdo tácito entre un conglomerado humano y quienes escriben la historia.  Lo terrible es que el acto de exclusión de la memoria colectiva es deliberado y consciente, sólo lo salva la poesía.
 [1] Alexander Sequén-Monchez, El pulso de los bárbaros, Revista Diálogo,
 p. 2, Nº 5, Año 3, Publicación de Flacso, junio de 2000.

El muro de crecer

Por: Emilio Solano




Marianita

Por: Patricia Cortez

La verdad, vos, es que mi mamá era puta. Tenía un cuartito en la línea, a la Marianita y a mí siempre nos llevaba. Vos no la conociste, ¿vaa?, era mi hermanita, tenía dos años menos que yo.
El “sayco” dice que es bueno que la recuerde, que esas cosas me hacen fuerte.
Lo que te contaba pues vos, nos llevaba a su cuartito, porque no le gustaba dejarnos encerrados como hacían las otras. Cuando no se ocupaba jugaba con nosotros, nos leía cuentos, decía que antes de entrar a la escuela teníamos que aprender a pintar y otras babosadas de esas, si se ocupaba siempre había alguien que nos cuidaba.
Era bonita la pisada, tenía su pegue, había un viejo que llegaba en su carro, con chofer y todo. Mientras él estaba adentro el chofer nos dejaba entrar al carro, pero cuando salía hacía como que no sabía nada y nos sacaba la madre, entonces salíamos corriendo, como locos, por toda la línea; era bien alegre vos, en serio.
A mi madre tampoco la conocés, ¿vaa?, ella no está muerta, pero casi. Se puso loca cuando se murió la Marianita. La metieron al Federico Mora. Ahí está todavía, se cortó los brazos a saber cuántas veces, yo iba a verla, pero ya no voy, está bien loca la vieja, en serio.
¿Querés que te cuente como se murió mi hermanita? La verdad, no es una historia agradable, pero igual, el “sayco” me dice que es mejor contarlo, que deje ir ese asunto, y te juró que cada vez que lo hago se parece más a las historias de “Escuela para todos” que nos leía mi madre, por eso me gusta contarlo, para que se vaya volviendo un cuento.
Mi madre jura que no tuvo la culpa, que ella no se dio cuenta, que la drogaron. Solo recuerdo que yo estaba metido en el carro del viejo, un Mercedes negro, con asientos de cuero; la cosa es que me metí y no me fijé si la Mariana venía atrás. El chofer dejó que pusiera el radio, y luego él mismo subió el volumen. Después que pasó todo me quedé pensando que me dejó poner el radio para que no oyera lo que pasaba afuera; aun así, fue un grito de la Mariana lo que me hizo salir del carro. Gritó fuerte y se oyó adentro, después volvió a gritar, ahí supe que los gritos venían del cuarto. Yo me asusté, quería ir a ver, pero mi madre me pegaba si la interrumpía, de todas formas salí del carro y me puse a gritarle, pero ya se había callado.
Me metí al cuarto, con cuidado y agachado, para que no me vieran, y me encontré de golpe con los ojos en blanco de la Mariana, el viejo se la estaba cogiendo por detrás. Me asusté porque parecía muerta. ¿sabés? Yo había visto a mi madre coger con los clientes, ella gritaba, pero no se le ponían los ojos así. La Mariana tenía cuatro años y el viejo cerote la estaba destrozando.
Me emputé tanto que me le tiré encima, el viejo la soltó, la patoja cayó al suelo, la cabeza le tronó. Le salía tanta sangre de atrás que daba miedo. Le enterré las uñas al viejo. No te ríás cerote, que yo apenas tenía siete años, creo que lo mordí también. Mi madre se mataba de la risa, estaba bien peda, requeté peda, se reía al ver a la Marianita tirada en el piso, sangrando.
El viejo recogió a la niña y la metió a su carro, yo vi que todavía respiraba. Me puse a pegarle a mi mamá en la cara, para que reaccionara, después vinieron las viejas de los otros cuartos, le dieron café, y nada, ella seguía riéndose.
Hasta el día siguiente preguntó por la Mariana, le contamos y se puso histérica, lloraba y lloraba, se fue a buscar un teléfono para llamar al viejo, si vos, en esos tiempos no había tantos celulares.
El viejo le dijo que la Mariana estaba en el hospital, todavía la fuimos a ver, pero no había nada que hacer, nunca despertó. El doctor decía: “Mejor que se haya muerto, porque está destrozada por dentro”.
Hicieron que mi madre firmara un papel, para que nadie pudiera reclamarle al viejo, hasta los doctores se hicieron de la vista gorda.
El viejo cerote le dio pisto para pagar el entierro y la caja en donde la pusimos, bien lujosa era; puta, y pensar que la cerotía nunca tuvo ni una muñeca.
Después del entierro la vida cambio, la vieja se volvió loca, se encerró en el cuarto, se olvidó que yo existía, ya ni a la escuela me metió, por eso me escapé. Pasé un par de días vagando, hasta que conocí al “sayco”, quien me ayudó y me metió a la clica.
Cuando tengo que hacer un trabajo siempre pienso en la Marianita. Miro sus ojos en blanco, la sangre, y la cara del viejo cerote, eso miro en cada cliente.
No se acaba vos, el odio no se acaba, ni porque mate a todos los viejos cerotes de Guatemala, no se me olvida la cara de la Mariana, ni la risa de la loca cerota de mi madre.

Permanencia voluntaria

Por: Alfonso Porres


Perdidos están mis pasos,

estancados en los cruces de miradas,

en las puertas atrancadas de intenciones.


En los fundamentos sin principios


En los destinos efímeros.


Y trascurren indemnes

sin dejar señal


Ni veredas esenciales

No hay punto cardinal


Ni cielo que detenga

Educar… ¿Replicar o liberar?

Por: Juan Pablo Escobar Galo
“Nadie educa a nadie
-nadie se educa a sí mismo-,
los hombres se educan entre sí
con la mediación del mundo”.

Paulo Freire.
Hablar del ser humano es hablar del hecho educativo y sus diferentes facetas, momentos, corrientes y etapas; a lo largo de la historia se han creado diferentes métodos, teorías, corrientes filosóficas en torno al proceso educativo, en vías de responder a la naturaleza de la sociedad en la cual se desarrolla la vida humana. Es por ello que es preciso reflexionar en torno a si la educación ha sido y es un medio para replicar los sistemas imperantes o un proceso de liberación y realización de la vida humana.
La educación nace cuando surge el deseo de luchar, trasformar y aprovechar la naturaleza en busca de recursos y satisfacción de necesidades; cuando aparece la duda sobre el mañana o el deseo de modificar o facilitar algunas situaciones de la vida cotidiana, planteando alternativas y soluciones en busca de un “buen vivir”, no al modelo del “confort”, sino bajo la búsqueda de la realización individual y social.
El proceso educativo en sus inicios se basaba en la tradición oral de generación en generación, de manera informal y asistemática, con carencia de métodos “especializados” y con las dificultades que implicaba la ausencia de la escritura. A pesar de ser una educación empírica, ésta resultaba ser efectiva y útil para la realidad de los seres humanos; ¿qué es lo que ha provocado la complejidad educativa? ¿A qué modelo le debemos apostar? ¿Debe la educación estar al servicio del sistema social?
Debemos apostar a un modelo educativo que favorezca la liberación del ser humano como tal y no a un sistema o modelo pedagógico que replique y esclavice la vida humana al servicio únicamente de la productividad o la generación de riqueza, o en busca del anhelado “desarrollo” o “progreso” fijado por algunos grupos de poder que determinan lo “bueno” y lo “malo”.
Es preciso pensar en una “educación básica integral”, definiendo ésta como un programa en el cual se persiga que una persona se forme y capacite para desarrollar destrezas y habilidades primordiales para su realización, aumentando la autoconfianza, la productividad en todos los ámbitos de actuación, fortaleciendo espacios de sociabilidad y propiciando oportunidades para mejorar el nivel de vida; por medio del aprendizaje de la lectura, escritura, cálculo matemático y formación cultural y moral, entre otros temas. La propuesta de formar no únicamente en el área cognitiva (leer, escribir y sumar) sino un proceso que garantice el bienestar de la persona, su entorno y comunidad.
En muchos modelos educativos de Latinoamérica y me permito afirmar con toda claridad que Guatemala no es la excepción; durante el siglo pasado y en especial en la etapa de las dictaduras militares a cargo del poder político, en lugar de fortalecer la “educación básica integral”, se fomentó el modelo de “educación bancaria”, en donde el saber es un depósito, carente de una visión crítica y al servicio del sistema que dominan los grupos de poder.
Ya Paulo Freire (2005, p.80) en los años setenta en el texto Pedagogía del oprimido, denuncia la imposición de la “educación bancaria” y establece los estilos de relación que dicho modelo educativo establece:
“El educador es siempre quien educa; el educando el que es educado. El educador es quien sabe; los educandos quienes no saben. El educador es quien piensa, el sujeto del proceso; los educandos son los objetos pensados. El educador es quien habla; los educandos quienes escuchan dócilmente. El educador es quien disciplina; los educandos los disciplinados. El educador es quien opta y prescribe su opción; los educandos quienes siguen la prescripción. El educador es quien actúa; los educandos son aquellos que tienen la ilusión de que actúan, en la actuación del educador. El educador es quien escoge el contenido programático; los educandos a quienes jamás se escucha, se acomodan a él. El educador es sujeto del proceso; los educandos, meros objetos.”
Tomando como referencia el modelo bancario ya descrito, encontramos en nuestro sistema educativo que en lugar de ser un medio de liberación, se ha convertido en un medio de dominación de los sujetos, de réplica del sistema de explotación y de control social; en donde el educador asume el rol de “capataz” y se siente dueño del proceso de aprendizaje y el educando es un “peón” al servicio del educador y por tanto del sistema que lo llevará a la aniquilación. Podríamos pensar incluso, que la visión educativa del hombre “primitivo”, era más integral que la actual.
No es posible pensar en una educación que no libere o que no favorezca procesos de integralidad educativa para cada ser humano, debemos apostar por un modelo educativo que favorezca la vida humana a nivel individual y colectiva; tanto de pequeños como de grandes grupos sociales; favoreciendo una vida digna para todos, en donde las oportunidades y el acceso al conocimiento se base en la equidad y responsabilidad social.
La educación debe contemplar las realidades de todos los sujetos, respetar y valorar la historia, cultura y contextos de cada uno; además de favorecer el pasamiento crítico en contra de la consciencia mecánica; en resumidas cuantas educar para la libertad, es decir, formar desde la realidad y necesidad de cada ser humano y su comunidad e iniciar un proceso de trasformación permanente de la misma a nivel individual y comunitarios, de modo que se genere el cambio social en pro de la vida de toda persona; creando esperanza en quienes la han perdido a través de los modelos educativos opresores.
Por medio de la educación permanente, debemos logramos optimizar las capacidades de los individuos para cultivar sus habilidades intrínsecas y mejorar su servicio a la comunidad, no se puede hablar de un profesional que terminó su carrera y no se actualiza, de un padre de familia que después de tener tres hijos es el padre ideal o de un herrero que conoce todo sobre su oficio. Debido a que el individuo adquiere un conjunto de motivaciones e ideales, estos lo impulsan a adoptar patrones de conducta para alcanzar un fin deseado, por medio de una serie de actitudes de todo tipo y en todo momento de modo que se pueda ser mejor persona.
No se está en contra del desarrollo, el progreso o en contra de la generación de riqueza, siempre y cuando la misma sea repartida en forma equitativa y dando a cada uno lo que necesita, propiciando la igualdad de oportunidades a través de la educación. Es más, utilizando las propias palabras de Freire (2008, P. 53) en el texto El grito manso, el cual menciona: “No rechazo las cosas burguesas, sino la concepción burguesa de la vida”.
Por tanto, no rechazamos los modelos educativos “modernos” o metodologías “innovadoras”; rechazamos los estereotipos y estilos de vida que los mismos generan, rechazamos los sistemas de poder a los cuales sirven y rechazamos la búsqueda de la anulación de los sujetos a través de la educación. Abogamos por una educación liberadora, crítica, responsable e incluyente que facilite procesos de realización de la vida humana individual y colectiva.

Los procesos de formación del profesorado, deben brindar herramientas pedagógicas a los nuevos educadores, de modo que los mismos generen y sean capaces de crear en forma permanente la liberación de sus educandos; y que no se limiten en replicar los sistemas obsoletos, las metodologías tradicionales, sin rendirse frente a los grupos de poder u olvidando en el día adía a los más necesitados, marginados y excluidos.

Todo educador tiene un compromiso con sí mismo, con los otros y con su realidad; por tanto debe aportar a la liberación y olvidar la replicación; ya Paulo Freire nos ha marcado algunos pasos, es tarea nuestra continuar con el sendero.
Referencias bibliográficas:
• Freire, Paulo (2008). El grito manso. Editorial Siglo XXI. Argentina.
• Freire, Paulo (2009). La educación como práctica de la libertad. Editorial Siglo XXI. España.
• Freire, Paulo (2008). Pedagogía del oprimido. Editorial Siglo XXI. México.
• Fromm, Erich (2009) Del Tener al ser. Editorial Paidós. España.
• Morales, Alfredo (1985). El desafío de ser educador. Editorial Amigos del hogar. República Dominicana.
• Savater, Fernando (2001). El valor de educar. Editorial Ariel. España.
 

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