La algarabía duró un minuto, ni un segundo más, ni uno menos. Durante ese tiempo todos fueron felices. Se comportaron como hermanos, unidos por una sola causa.
Justo cuando la aguja pasó sobre el 12, se escuchó un silbato, el policía dijo: “Ya basta”.
Cada quien se fue por su lado, con una sonrisa en los labios y brillo en los ojos, algunos todavía le dieron una última patada al sujeto.
El hombre quedó ahí, tirado, con la cara llena de sangre, y a su lado el teléfono que había robado.
Justo cuando la aguja pasó sobre el 12, se escuchó un silbato, el policía dijo: “Ya basta”.
Cada quien se fue por su lado, con una sonrisa en los labios y brillo en los ojos, algunos todavía le dieron una última patada al sujeto.
El hombre quedó ahí, tirado, con la cara llena de sangre, y a su lado el teléfono que había robado.
Fernando Ramos
2 comentarios:
Estas cosas pasan cuando la justicia no cumplió con su trabajo a tiempo, las masas desesperadas se animalizan y matan por un teléfono.
Es cierto, cuando se actúa en masa se pierde el miedo a todo.
Saludos
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